Pronunciamiento

 

A PROPÓSITO DEL BICENTENARIO DE LA

INDEPENDENCIA DE PANAMÁ DE ESPAÑA (1821-2021)

 

Prof. Luis Navas P.

 

Hemos arribado a 200 años de la independencia de Panamá de España. Por lo tanto, es menester desentrañar ese capítulo de la historia panameña.

A nuestro juicio se entendería mejor si de partida observamos que esa independencia es producto de un prolongado proceso que está muy lejos de la inmediatez de noviembre de 1821. Es un proceso sumamente complejo y debe ser visto desde esa complejidad.

Ciertamente, los habitantes del nuevo continente, antes de ser bautizado con el nombre América, se encontraron de súbito invadidos por los europeos, y en especial, por España. Algunos de manera romántica lo denominan el encuentro de dos culturas: la europea y la americana. Y otros como una acción civilizadora. Con ello, pretenden ocultar que la acción colonizadora fue violenta y genocida. La obsesión del conquistador era el oro y la plata. Llegaron en pos de riquezas. Más que por la fuerza nos dominarán por la ignorancia, como bien dijera Simón Bolívar. Aplastaron y borraron aspectos relevantes de la cultura indígena y a sangre y fuego nos impusieron sus valores culturales, su modelo económico, político y social.

Desde ese prisma, los actos independentistas en el continente americano empezaron a forjarse desde las primeras resistencias del aborigen. En el caso del istmo de Panamá son tres los grandes torrentes que alimentaron la lucha anticolonial: la indígena, la de los negros esclavos convertidos en cimarrones, y la de los criollos.

Las dos primeras son indiscutiblemente precursoras tempranas de la lucha liberadora. Antes que nos reconocieran como Panamá (1519), hubo resistencia y rechazo violento al primer intento colonizador europeo, el que intentó Cristóbal Colón en el litoral atlántico, en el lugar que hace actualmente los límites geográficos entre las provincias de Colón y Veraguas, específicamente en la desembocadura del río bautizado por él con el nombre de Belén. Uno de los indígenas al que lo suyos lo llamaban Quibián, dirigió la primera manifestación emancipadora en tierra firme. Posteriormente se alzará Urracá que resistirá por espacio de nueve años en el área que comprenden las provincias de Veraguas, Coclé y Chiriquí.

La otra, es la de los negros secuestrados de África y sometidos a la inhumana esclavitud. Los que se rebelaron y huyeron al monte (Darién), se conocerán como Cimarrones. Entre estos descollarán Bayano, Felipillo y Mandinga (ver los escritos de Armando Fortune).

Y por último, tendremos la rebelión de los llamados criollos, es decir, los hijos de matrimonio español nacidos en el continente americano. Para obtener mayor rango social se casaban entre sí los ibéricos y esa descendencia se alimentó de la burocracia estatal, de los estamentos militares y/o comerciantes venidos directamente de la metrópoli española. Con el tiempo esa descendencia prosperó en la producción y en el comercio, más no tenían participación decisiva en las estructuras gubernamentales en cada una de las colonias. Se mantenían subordinados a las decisiones políticas y económicas tomadas o impuestas desde la propia metrópoli española. Esa práctica devino en una “camisa de fuerza”, impidiendo el ascenso de los criollos a las instancias políticas. Siendo los criollos, los únicos mayoritariamente educados, lógicamente se enteraron de dos improntas: la revolución de las trece colonias en el Norte del continente americano, en 1776. Al igual que la referente a la revolución francesa, de julio de 1789.

Sin embargo, el fermento de la rebelión criolla hispanoamericana, que integró principalmente a los terratenientes, ganaderos, dueños de plantaciones, minas, grandes y medianos comerciantes, y dueños del transporte marítimo, fluvial y terrestre, comenzó a manifestarse.

Como era de suponer los venidos directamente de la península ibérica eran los que monopolizaban el poder político a través de los Virreyes, Audiencias y Capitanías Generales. Mientras que los criollos se apoderaron de los Cabildos (municipios). La corona quería solamente aumentar el dominio colonial para privilegiar a las empresas de la metrópoli. Mientras que los criollos pugnaban por mayores libertades y autonomía económica. Resultaba asfixiante que las colonias fueran simples mercados de consumo o mercados cautivos.

En Hispanoamérica la rebelión de los criollos empezó en 1810 y se prolongó hasta 1824. Casi simultáneamente empezó tanto en el Norte, en México, como en el Sur, en las provincias del Río de La Plata (Argentina).

Otra revolución anticolonial que influye de manera especial fue la haitiana de 1804. Misma que estableció la primera República y liberación de los negros esclavos. Si bien demostró que era posible destruir los lazos coloniales, también es cierto que asustó a buena parte de los criollos, y en especial, a los que se apoyaban en la esclavitud para sostener sus actividades económicas. Su ejemplo se convirtió en “un fantasma” que inmovilizaba la aceptación o incorporación de indígenas y de negros esclavos a los ejércitos libertadores.

Por otro lado, en la contextualización obligada no se debe minimizar la repercusión de la invasión de Napoleón a España en 1808.  Este acontecimiento, objetivamente genera una lucha independentista en la propia España y sirvió para catalizar a la hispanoamericana.

Sin aceptar mecánicamente la tesis que afirma que la liberación hispanoamericana es efecto de la lucha española contra la ocupación napoleónica, basta recordar que la rebelión en América la mueve sus propias fuerzas intrínsecas y no es efecto de la española. Desde luego, coadyuva a su maduración y ejecución. Durante la ocupación francesa se relajan los omnímodos controles y se permiten ciertas libertades en el campo económico y se adoptaron medidas democráticas como fue la elección de diputados americanos a la Corte.

Es en ese marco en el que Panamá goza de los beneficios de comerciar con otras colonias “amigas y neutrales”. Como quiera que la corona hizo alianza con los ingleses para combatir juntas la expansión napoleónica, se estimuló la relación comercial con Jamaica, y por esa vía con las mercancías inglesas. Al decir de Alfredo Castillero Calvo: (1821. La Independencia de Panamá de España y su Época. Panamá 2021). “…cada región, en cada país, y aún en cada ciudad; la independencia tuvo características propias” y más adelante agrega: “(…) Panamá gozaba de una creciente prosperidad comercial y de ventajosas prerrogativas mercantiles concedidas por la corona, lo que propició su rechazo a la insurgencia y su fidelidad al rey. (…)” p 228.

En verdad nuestros criollos afincados en el camino transístmico (Panamá, Portobelo y Chagres) aprovecharon al máximo las nuevas libertades comerciales como las prácticas contrabandistas. Por ese auge económico pudieron financiar a las tropas realistas que se enfrentaban a los ejércitos libertadores en Suramérica. Tal conducta le fue reconocida, conjuntamente con Santa Marta, como dominios leales a la corona. Por espacio de una década (1810-1820) los patricios transístmicos se negaron rotundamente a colaborar con la insurgencia. El auge económico tocó fondo.

Desde 1815 se dan tres hechos que han de determinar el curso de la lucha anticolonial en el continente.

En primer lugar, recordemos que, una vez retirada la ocupación francesa del territorio español, se restaura el poder del Rey Fernando VII y de inmediato desconoce los aportes democráticos en el reino español y persigue con saña a las fuerzas liberales. Reestablece el poder de la monarquía absolutista. Es más, la derrota napoleónica configuró la Santa Alianza (1815-25) que unió a las monarquías absolutistas de Rusia, Prusia y Austria. Ellos deciden contener la propagación del liberalismo, secularismo, y la defensa del cristianismo. La tal Santa Alianza auxilia a Fernando VII y lo apuntala en el poder absolutista.

En segundo lugar, en ese año de 1815, Bolívar es derrotado en Cartagena y se refugia en Jamaica. Pretendía que los ingleses lo apoyarían, pero estos velando más por sus intereses geoestratégicos en Europa, rehúsan ese compromiso.

Y, en tercer lugar, el único que salió a apoyar decididamente a Bolívar fue el general haitiano Alexandre Petión. Lo dotó de artillería, fusiles, granadas, municiones y cinco veleros provistos con cañones y un apreciado contingente de hombres. Solamente el haitiano solicitó la eliminación de la esclavitud en los territorios liberados. Aunque no era tarea fácil, desde esa fecha Simón Bolívar la incorporará en sus proclamas. En el Congreso de Angostura de 11 de enero de 1820, decretó la abolición progresiva de la esclavitud y cuyo a su vez era facilitar la incorporación de los negros esclavos a los ejércitos republicanos.

Hemos visto como la derrota de Napoleón (1815) creó una correlación de fuerza peligrosa en Europa y en América. El fortalecimiento de las monarquías absolutistas inhibió a los ingleses a seguir apoyando a la insurgencia hispanoamericana. Así mismo, el gobierno de los EUA no se mueve de su neutralidad y Bolívar solo cuenta con modestos apoyos privados estadounidenses.

Antes de la proclama del presidente James Monroe (1823), Simón Bolívar con ese temple visionario de gran estratega, redacta su famosa carta, con fecha del 6 de septiembre de 1915, en Kingston, Jamaica. En ella, propone la integración hispanoamericana, y además, generosamente destaca a Panamá: “Qué sería que el istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos! Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto congreso…a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra”. (Perú, 7 de diciembre de 1824, un día antes de la Batalla de Ayacucho). La propuesta bolivariana era un antídoto a la posible reconquista española y al futuro expansionismo estadounidense sobre América Latina.

Mientras eso acontecía en el plano internacional, el istmo de Panamá perdía sus privilegios comerciales y su territorio se convertía en centro de continua presencia de tropas realistas que iban a enfrentar la rebelión criolla en Colombia y Venezuela, por el Atlántico, y por el Pacífico, combatir en Quito y en el Perú.

Previamente a la clausura de los privilegios comerciales, en Panamá se toleró la organización de los círculos patrióticos y con la entrada de la imprenta (1821) se empezó a editar el semanario La Miscelánea del Istmo.

Al recrudecerse los combates en Suramérica, Centroamérica y en México, en el Norte, Panamá será objeto de duras medidas represivas ya que recurren al despojo de productos agrícolas, de animales, incluyendo el secuestro de los jóvenes del campo para enlistarlos en el ejército colonial.

Al encarar la independencia en Panamá se perfilan dos actuaciones. Uno. Los primeros en rebelarse contra el dominio colonial fueron los del interior, los de la heroica Villa de los Santos. Esa primera rebelión del 10 de noviembre también conocida como el Grito, es parecida a los que se dieron en otros lugares como el de Dolores, allá en México. A partir de ese instante se sumarán Las Tablas, Pocrí, Macaracas, Pesé, Las Minas, Parita, Ocú, Pedasí y Santa María. Quince días después, el 15 de noviembre lo hará Natá.

Dos. La reacción del patriciado transístmico fue de enojo, y reclama su liderazgo. Admiten que lo del 10 de noviembre ocasionó una fuerte impresión y lo consideraron inconsulto y precipitado. Que eran unos novicios y se contentaron con llamarse independientes (Alfredo Castillero Calvo. Op.Cit. p 532).

El acta de independencia de los santeños es un documento muy poco estudiado y por consiguiente subestimado. Dos aspectos deseo destacar en esta oportunidad. Uno, decidieron la organización de un contingente armado bajo la conducción de Segundo Villarreal al que se le confirió el grado de coronel, se le nombró jefe político y militar. Y dos, proponen la unión a Colombia (La Gran), con el propósito de evitar la reconquista desde La Habana o desde la ciudad de Panamá. Segundo Villarreal ostentaba el mismo grado militar del veragüense José de Fábrega. Este coronel Fábrega lo designó el general español Juan de la Cruz Mourgeón como jefe civil y militar de Panamá, antes de viajar a Quito a combatir. Su designación obedece a la manifiesta fidelidad a la corona española.

Fábrega decidió mandar una comisión de dos militares, a los tenientes coroneles José María Chiari y Juan de la Cruz Pérez para retractar a los santeños y a las otras comunidades alzadas. Los comisionados prometen que no habrá represalias. Coincidentemente a la sesión del Cabildo santeño asistió el natariego Francisco Gómez Miró. Su apasionada intervención, rechazando con firmeza la petición de los dos comisionados, insufló más ánimo rebelde y gracias a él se rechazó la propuesta y fue sacado en hombros de la reunión. La respuesta fue contundente y clara: independencia. Gómez se comprometió a reclutar a cuatro mil hombres en el área de Coclé.  Era consciente del escaso armamento por lo que cada cual se armaría con lo que pudiese portar.  Por esa razón era el afán de vincularse prontamente con el ejército de Simón Bolívar.  Tanto Villarreal como Gómez habían urdido avanzar sobre Veraguas y la capital.  En el ínterin San Francisco de la Montaña, es la primera comunidad veragüense en sumarse a las huestes independentistas del interior de Panamá.

El patriciado capitalino apoyándose en el Coronel Fábrega para disuadir a los alzados del interior difunden que se debe tratar de evitar “el derramamiento de sangre” entre hermanos.  Proponen sobornar a la tropa realista y a sus oficiales; el que desertaba con un arma le pagarían 25 pesos y a los otros solamente 10 pesos.  Básicamente los hermanos Arosemena fueron los mayores sufragadores. Justo Arosemena al evaluar la manera en que logramos concretar la independencia de España dirá: “…la diplomacia y el espíritu mercantil fueron de tanta utilidad (…) intriga y oro fueron nuestras armas, con ella derrotamos a los españoles”.

A diferencia del Acta Santeña, el Acta de Independencia del Cabildo (municipio) capitalino se recoge la discusión entre seguir unido a España ser independiente. También se discutió con quién unirnos, es decir, a Perú, a Quito, a México o a la Gran Colombia. Incluso se pensó en buscar el apoyo o proponer un sistema ansiático para lograr la protección de grandes potencias como Inglaterra y EUA. Al final decidieron que el “territorio de las provincias del Istmo pertenece al Estado Republicano de Colombia. Si para los del interior la unión a (La Gran) Colombia era para evitar el enfrentamiento desigual con la soldadesca de Fábrega y disuadir la reconquista directa desde España, para los de la capital también era, sin duda, contrarrestar la reconquista, o en todo caso, eludir los estragos de una guerra en suelo panameño. A su vez, tampoco ocultaron su interés de beneficiarse de leyes que favorecieran la reactivación de la actividad transitista o comercial a la que estaba destinado el istmo de Panamá.

El general venezolano Mariano Montilla al enterarse de la manera en que Panamá logró su independencia dijo: “No se puede negar, Panamá es un país de comerciantes, ha sabido evitar los horrores de la guerra, especulando a buena hora su independencia” (Alfredo Castillero Calvo.Op.Cit. p 565). Indiscutiblemente los comerciantes de la zona de tránsito tenían mayor cohesión y un proyecto de país.

De esta manera, se perpetúa un modo de gestionar la independencia en Panamá. Respetando los momentos históricos, es llamativo que el mismo organismo, de carácter municipal recurre una y otra vez al mismo método. Ayer el Cabildo y después el municipio capitalino, son los que declaran la independencia de España y de Colombia respectivamente, y subordinan e imponen su liderazgo a los otros municipios. No obstante, en 1821, fueron las masas del interior, especialmente los santeños y natariegos los que se organizaron y se armaron para conquistar la libertad. Ese es el gran mérito de la asonada santeña y no fue un hecho inconsulto ni mucho menos precipitado, como lo calificó el patriciado comercial de la capital. En algún momento debemos restablecerle su propio brillo. Por otro lado, en 1903, ante la presencia de un contingente armado colombiano, que arribó súbitamente a la ciudad de Colón, el patriciado comercial recurre al general Esteban Huertas, y una vez sumado al movimiento independentista, reparte armas entre los liberales. Ese mismo patriciado transístmico procurará a toda costa evadir a las masas por temor a la radicalización como sucedió con la experiencia haitiana.

A 200 años de nuestra independencia persisten deudas que deben ser honradas.

Considero imprescindible rescatar a nuestros héroes reales. Considerando lo acontecido en noviembre de 1821, es innegable que la independencia de Panamá, como la del resto de Hispanoamérica, sería irreversible con la derrota estratégica de las tropas monárquicas, como se logró en 1824 con la Batalla de Ayacucho, Perú. En esa epopéyica guerra participamos los panameños bajo el mando de Tomás Herrera. Lo mismo acontece con el panameño José Domingo Espinar vinculado a la Batalla de Pichincha, Ecuador. No deseo por ahora, polemizar con respecto a la participación de Rufina Alfaro, personaje introducido por el historiador Ernesto Castillero Reyes en 1948, siempre y cuando no se desvirtúen los hechos reales que se desencadenaron el 10 de noviembre en Los Santos, y el 15 en Natá. Que no desdibuje o se opaque al coronel Segundo Villarreal y al comandante natariego Francisco Gómez Miró.

Puedo entender que la historia la escriben los que ostentan el poder, los vencedores. Sin embargo, es necesario soslayar el ocultamiento de aquellos héroes y mártires que ayudaron a sembrar valores y paradigmas que fortalecen nuestra identidad, la panameñidad. Así mismo, rescatar y resaltar a todos aquellos que fueron precursores en la gesta anticolonialista. Como Quibián, Urracá, Bayano y Felipillo.

En el año del Bicentenario, estamos obligados a precisar de una vez por todas el origen del nombre o el topónimo: Panamá. Seguir con las imprecisiones no es saludable.

Sin rehuir la polémica, me atrevo a proponer que discutamos la veneración al conquistador Vasco Núñez de Balboa. ¿A caso no es tiempo de superar la colonización mental? ¿O es que no tenemos figuras prestantes que realcen el orgullo nacional?

 

 

Ciudad de Panamá, noviembre, 2021

 

 


 

 

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LLAMAMIENTO AL PAÍS

Alto a la Barbarie: En Defensa de la Vida

 

Es necesario que los hombres de buena voluntad repudiemos el asesinato y descuartizamiento del periodista saudí Jamal Khashoggi. Las imágenes que recorren el mundo son estremecedoras. Nada ni nadie podrá justificar el cruel tormento al que se lo sometió en las instalaciones del Consulado de su país, Arabia Saudita, en Estambul Turquía.

Este acto cruel, planificado con premeditación, alevosía e impunidad por la Seguridad Saudita, evidencia el nivel de intolerancia de los poderes hegemónicos injerencistas, cuyos gobernantes sin escrúpulos de ninguna índole son capaces de someter a los que piensan de otra manera a inimaginables crueldades.

Basta ya. El terrorismo de Estado es una aberración. No podemos seguir guardando silencio sin ser cómplices. Este crimen espeluznante debe ser condenado. El clamor de nuestras conciencias es condenar y alertar a los demócratas y gente honestas sobre la nueva ola del fascismo neoliberal, que justifica el crimen o lo condena a medias, para hacerlo desaparecer de las noticias y de nuestro raciocinio.

Esta práctica criminal desde luego no es nueva. El horror será mayor cuando se revelen las torturas que se ejecutan, por ejemplo, en la Base militar estadounidense en Guantánamo, Cuba, y en otras prisiones clandestinas regadas por el mundo. En ellas, sin recato y sin límite alguno, se tortura y asesinan a seres humanos cuyas ideas incomodan al hegemonismo corporativo de nuestro tiempo.

Resulta imprescindible abrir inmediatamente un proceso penal en la Corte Penal Internacional con el fin de castigar ejemplarmente a los gobiernos violadores de los derechos humanos, y entre ellos, sobre todo a los que coartan el derecho a la vida y derecho a pensar y expresar su pensamiento libremente.

Los crímenes de lesa humanidad deben ser perseguidos sin contemplación de ninguna clase sin importar el tipo de gobierno, organismos de seguridad o fuerza militar involucrados

Inquieta lo que sucede en Europa. Nos preocupa la suerte de los emigrantes africanos. Nos embarga el desasosiego por el futuro de los miles de hondureños que emigran hacia Estados Unidos inducidos por la política de saqueo aplicadas por las grandes corporaciones financieras. La búsqueda de una mejor esperanza de vida, a la que tienen derecho todos los pueblos, no se podrá eliminar recurriendo a los ejércitos o al cierre de las fronteras después de haberlos despojado de sus riquezas.

El mundo ha sido permisivo con las políticas genocidas desencadenadas por estos centros hegemónicos en Yemen y Palestina. Tampoco dan la debida atención al ascenso de fuerzas neofascistas o ultraconservadoras en Europa, Brasil y en los propios Estados Unidos.

Es ahora o nunca. Si no frenamos a la bestia sedienta de sangre ahora mañana no tendremos ni siquiera oportunidad de lamentarnos.

Por todas estas razones convocamos al gobierno nacional, a las instituciones académicas, a las organizaciones empresariales, religiosas, sindicales, ambientalistas, partidos políticos, fundaciones pro-justicia y derechos humanos, al igual que a personalidades destacadas a elevar la más enérgica protesta por el alevoso crimen y exigir justicia. Esta acción debe abarcar a todos los foros nacionales e internacionales. Debemos todos acudir para retrotraer al mundo del peor estadio de la barbarie.

 

Instituto del Canal de Panamá y Estudios Internacionales de la Universidad de Panamá (ICUP)

 

 

Panamá, 25 de octubre de 2018.


 

Cuarenta y un años para seguir luchando

 

Por: Luis Navas P.

 

Han transcurrido 41 años (1977-2018) de la firma, en la sede de la OEA, ciudad de Washington D.C., de los dos tratados popularmente conocidos como los Tratados Torrijos-Carter. Fecha epónima de la lucha anticolonial de la nación panameña.

Se cerraba y se abría otra etapa. Como siempre la celebración de esa victoria no fue unánime, los hubo quienes por sus mezquinos intereses jamás creyeron en las reales posibilidades de alcanzar ese anhelado objetivo. Para lograrlo se construyó una unidad cívico-militar o una yunta pueblo-gobierno dirigida por el comandante Omar Torrijos Herrera. Por supuesto no fue fácil. Un pequeño país como Panamá necesitó ganarse el apoyo y solidaridad de destacadas fuerzas y personalidades a nivel mundial.

Importa recordar que Torrijos como Carter pagaron personalmente muy caro el pacto de la descolonización de Panamá. Al eliminar la perpetuidad con la que ocuparon y segregaron diez millas de ancho del territorio nacional, o la llamada Zona del Canal; instalaron sus bases militares y explotaron monopólicamente nuestra posición geográfica, mediante canal o ferrocarril. Ese desenlace concitó el odio de los sectores ultraconservadores estadounidenses y de no pocos cipayos panameños. Esa fue una de las razones por las cuales el presidente Carter no pudo reelegirse, y posteriormente Torrijos, pereció en circunstancias altamente sospechosas.

Pese a todo, Panamá desde hace 18 años es dueña absoluta de su principal recurso económico, el Canal de Panamá, y además se desmantelaron las bases militares estadounidenses arbitrariamente instaladas en territorio panameño.

 

Lastimosamente, los hay quienes olvidan el alto costo de esa conquista. El épico avance se puede frustrar. En el horizonte existen amenazas conspiradoras. Están algunas empresas que participaron en la ampliación del Canal y sin razón exigen pagos millonarios, y aguardan a encontrar tribunales o funcionarios tanto nacionales como internacionales que les sean cómplices.

Da mucha pena la manera como los panameños estamos encarando ese y otros problemas sensitivos concernientes al manejo del Canal.

Peligrosamente se ha resquebrajado la unidad de los panameños frente al problema canalero. Por ejemplo, la Junta Directiva de la Autoridad del Canal de Panamá, perdió la más mínima credibilidad al estar algunos de sus miembros penalmente encausados, mientras que otros es notoria su dedicación exclusiva a gestionar negocios particulares. Dejó de ser representativa de diversos sectores de la sociedad panameña y únicamente, salvo honrosas excepciones, está al servicio de pequeños sectores empresariales, porque tampoco ostentan la representación de todos.

Lo mismo se podría decir sobre los naturales conflictos en la cotidianidad laboral en el Canal. Se olvida con facilidad que el Canal ya no es propiedad de una potencia hegemónica y que le pertenece a todos los panameños. Teniendo muy en cuenta esa premisa se deben dilucidar las contradicciones obviando el afán de infringirle una derrota a la contraparte. Es y seguirá siendo la negociación o escuchando las razones la vía para dar paso a los acuerdos. De esta manera, todos saldremos ganando. Debemos dejar a un lado el pernicioso método militar, el del “ordeno y mando” instaurado por quienes construyeron y dirigieron el canal durante todo el siglo pasado. Se hace necesario construir un nuevo paradigma que nos permita solventar las dificultades de la administración y operación del Canal de Panamá. A nuestro juicio ese nuevo paradigma favorecerá el diálogo, el convencimiento, propiciará el empoderamiento y, por supuesto, los consensos.

Da lástima que el país que logró la mayor de las conquistas políticas rehúya enfrentar juiciosamente la explotación de la vía interoceánica para beneficio de todos, repito, para la mayoría de los panameños.

Por todas estas razones es impostergable que los panameños seamos capaces de ponernos de acuerdo para designar hombres y mujeres que, por su integridad e inteligencia, le confiemos la dirección y administración del Canal de Panamá. Estoy plenamente seguro en que esta tarea pendiente, junto a otras, la vamos a alcanzar.

 

Panamá, 6 de septiembre de 2018.


 

El Instituto del Canal de Panamá y Estudios Internacionales de la Universidad de Panamá (ICUP) demanda armonía entre la administración y la dirigencia sindical del Canal de Panamá.

 

El Instituto del Canal de Panamá y Estudios Internacionales de la Universidad de Panamá (ICUP) observa con preocupación la manera como algunas unidades negociadoras de la Autoridad del Canal de Panamá y dirigentes sindicales ventilan públicamente algunas diferencias respecto a la operación y seguridad de la vía acuática.

Consideramos que en vez de alentar discordias improductivas en un escenario internacional complejo y complicado amerita acercamientos responsables y actitudes abiertas al diálogo, conducentes a la solución de los conflictos, de manera que no haya perdedores y que predomine el interés nacional.

De la misma manera, hemos observado con preocupación la presión que, algunos sectores de la Asamblea Nacional de Diputados, ejerce sobre la administración del Canal, con el objeto de garantizar aportes económicos más sustanciosos al Tesoro Nacional.

Esta presión, a nuestro juicio, podría inducir a la administración a reducir costos en áreas sensitivas de las operaciones; peligrosas para la seguridad y el mantenimiento de la vía acuática. El ICUP llama a la tolerancia, al sentido común, y solicita respeto a la autonomía institucional. ¡Qué prevalezca el interés nacional! ¡Qué la vía proyecte una imagen internacional confiable y que siga funcionado a entera satisfacción de sus usuarios! Esa es la prioridad fundamental.

Sobre este tema, es importante recordar que uno de los objetivos del Título Constitucional sobre el Canal y su Ley Orgánica era y es garantizar la autonomía administrativa y financiera de la ACP, a fin de que no escatime recursos para la operación del Canal de manera continua, segura y eficiente.

Finalmente, frente a las serias acusaciones de corrupción imputadas a miembros de la junta directiva, el ICUP respetuosamente sugiere al señor presidente de la república seleccionar personas más representativas de la sociedad panameña sin que medien amiguismos e intereses políticos. Sería saludable para la institución escoger directivos con una limpia trayectoria profesional y honestidad comprobada.

Es importante no manchar la imagen ni la reputación del Canal de Panamá. Es imprescindible elevar el discurso tanto de la administración como de la dirigencia sindical, de los honorables diputados y de los medios de comunicación. Todos los panameños debemos obligarnos a garantizar que nuestro activo más preciado y más rentable siga siendo la mejor carta de presentación ante el mundo.

Debemos recordar que las luchas generacionales que nos permitieron recuperar nuestra soberanía y nuestro principal recurso, el Canal, nos mantiene bajo el escrutinio internacional y bajo la condición de que los panameños garanticemos la vía abierta de manera ininterrumpida, eficiente y segura. Estamos seguros en que el manejo profesional del Canal que ha prevalecido hasta ahora es y seguirá siendo la mejor garantía de sostenibilidad de los beneficios del Canal tanto para Panamá como para el mundo.

Por todo lo anterior, el incidente de los remolcadores debe servir para extraer las lecciones habidas cuentas en superar los escollos y evitar calificativos que alimenten las mentes febriles de los guerreristas de los Estados Unidos de América. Tener muy presente que, en el siglo XIX, por un conflicto generado por la venta de un pedazo de sandía, al calificarlo como un motín, se nos obligó a pagar una cuantiosa suma de dinero. ¡En el Canal, son comprensibles las demoras!

Basta. Hagamos el alto. Abramos sensatamente el cauce del diálogo fructífero, es lo que reclama la nación panameña, la dueña única del Canal, y los usuarios.

 

Panamá, 19 de abril de 2018


 

COMUNICADO AL PAÍS

Felizmente en la historia republicana de Panamá, hemos contado con presidentes y cancilleres que en sus momentos supieron apartarse de la manipulación imperial y se resistieron a ser simples subordinados de la política exterior de los EUA. Ese orgulloso legado se viene sepultando por el actual gobierno de Panamá. El presidente Varela y su canciller, la señora de Saint Malo, no han dejado de seguir fielmente el guion dictado por el Departamento de Estado de EUA.

No hay tiempo para el asombro. Tampoco para el decoro. Sencillamente los gobernantes panameños han renunciado a una línea de conducta digna e independiente. Lamentable el papel deplorable de la canciller, quien se negó a acatar la defensa constitucional de un empresario nacional, cuando sin pruebas, el gobierno del presidente Trump lo acusó, lo arruinó e indujo a que otros cientos de panameños fueran despojados de sus puestos de trabajo.

Tampoco se le reconoce como celosa observadora del derecho internacional. Se burla de caros principios que para nosotros los latinoamericanos, incluyendo a los panameños, son vitales, como por ejemplo: la no injerencia de un Estado en los asuntos internos de otros y el respeto a la autodeterminación.

Carente de una política que vele por nuestros intereses, seguimos incondicionalmente detrás del carro guerrerista estadounidense. Basta que el presidente Trump arquée la ceja derecha para que doblemos sumisamente la cerviz.

Por esa razón, no es de extrañar el alineamiento de Panamá con los dictados de Washington. La canciller dice no reconocer el proceso electoral democrático venezolano y copia fielmente la lista excluyente elaborada por el imperio y declara al presidente Maduro, peligroso para la banca panameña.

Aunque falta poco para que finalice la indigna subordinación diplomática, nos preocupa, que de seguir con esa práctica nada evitaría que mañana nos sumemos a corretear diplomáticos rusos, como represalia o ejecución de una sanción sin haberse aportado pruebas fehacientes, como lo hicieron en Panamá, con el caso de la familia Waked. También podría ser que nos arrastren a su guerra comercial contra China.

Esa conducta no muestra ninguna reacción humanamente solidaria ni repudio por el asesinato a mansalva de niños, mujeres y hombres palestinos, por parte del ejército de ocupación israelí en la zona de Gaza, y mucho menos, hubo reacción al descarado fraude electoral en Honduras.

Por la importancia geo-estratégica de Panamá, más que cualquier otro país, tenemos que cuidar nuestros propios intereses y apartarnos de quienes nos quieran sumar a su política intervencionista y guerrerista, como lo pretende los EUA con la complicidad del actual gobierno panameño.

 

 

Instituto del Canal y Estudios Internacionales- Universidad de Panamá

Ciudad universitaria, 2 de abril de 2018


 

COMUNICADO AL PAÍS

 

El Instituto del Canal de Panamá y Estudios Internacionales de la Universidad de Panamá (ICUP) exige mayor transparencia en el manejo de los acuerdos y compromisos adquiridos con otros países y organismos internacionales.

 

El ICUP de la Universidad de Panamá, ha venido observando con preocupación la forma en que el gobierno nacional ha iniciado conversaciones y llegado a acuerdos con países y organismos internacionales, en temas que son de carácter nacional y que pudieran comprometer tanto las finanzas públicas como a sectores importantes de nuestra economía.

De todos es conocido que el 12 de junio de 2017, el presidente de la República de Panamá, Juan Carlos Varela, anunció el inicio de relaciones diplomáticas con la República Popular China y a su vez la ruptura con Taiwán. El hecho en sí es importante y trascendental para nuestro país dado que la República Popular China ya es la primera economía mundial, y es el país más poblado del mundo, con más de mil 300 millones de habitantes.

Paso seguido, el 17 de noviembre de 2017, el presidente Juan Carlos Varela y una misión conformada por ministros, funcionarios y empresarios, se trasladaron a la República Popular China y firmaron 19 acuerdos pertinentes a temas económicos, comercio, turismo, marina mercante, infraestructura y cooperación para el desarrollo.

Considerando que:

Panamá es un país cuya historia ha sido traumatizada por la voracidad de potencias extranjeras cuyos intereses han sido plasmados en tratados y convenios internacionales que casi nunca han representado el mejor interés de los panameños.

Recientemente los medios de comunicación han publicado noticias referentes a estudios que ya se están realizando conjuntamente con la República Popular China con respecto a la factibilidad de un Tratado de Libre Comercio.

De igual manera, el presidente ha mencionado en reiteradas ocasiones que se está avanzando en los estudios de pre-factibilidad para la construcción de un ferrocarril entre las ciudades de Panamá y David.

Se ha firmado un Memorándum de Entendimiento en el marco de la franja económica de la “Ruta de la Seda”, iniciativa de la República Popular China que conlleva el financiamiento y realización de obras en toda la mencionada ruta.

 

El ICUP hace los siguientes señalamientos:

Primero, que Panamá luchó por más de un siglo por recuperar su plena soberanía y lograr el traspaso del Canal de Panamá y demás activos de la ruta interoceánica. Esto impone tener claros nuestros propios objetivos y la prudencia necesaria para no alimentar viejas prácticas intervencionistas.

Segundo, que, más allá de las luchas generacionales y la transferencia del Canal a manos panameñas, en el año 2006, los panameños participamos en un referéndum para aprobar la ampliación del Canal y que como resultado de dicho referéndum, recién en 2016 inauguramos el canal ampliado; aunado a los cuestionamientos, el costo de esta obra está aún por pagarse y los beneficios que se anticiparon están por concretarse.

Tercero, que recientemente el gobierno nacional publicó la Estrategia Logística Nacional 2030, que fue presentada al Gabinete Logístico; en la que se priorizan muchos proyectos que realmente potenciarían a Panamá como Hub Logístico regional, y en la que, sin embargo, no se hace mención para nada del tren Panamá-David.

 

Exigimos

Que los resultados de los estudios de pre-factibilidad del tren Panamá – David, sean ampliamente presentados a la comunidad y debatidos para determinar si realmente la construcción de esta obra tiene pertinencia económica-financiera y si justifica semejante endeudamiento.

Que, cualquier convenio o proyecto adicional, relativo a la ruta interoceánica de Panamá, y que represente financiamiento masivo, debe ser sometido igualmente a un referéndum nacional.

Finalmente

El ICUP de la Universidad de Panamá se une a las voces que claman por mayor transparencia en el manejo de estos acuerdos y reclamamos el más amplio debate en el que participen, además del gobierno, todos los gremios representativos y las universidades del país a fin de que todos estos temas sean estudiados bajo los más estrictos parámetros técnicos y profesionales.

El desarrollo económico y social del país requiere un manejo responsable en asuntos de trascendencia y que evidentemente no son temas de gobierno sino de Estado, especialmente ante un período pre-electoral en el que muchas de estas cuestiones pudieran manejarse politiqueramente en detrimento de los verdaderos intereses nacionales.

 

Panamá, 24 de enero de 2018

 


 

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